Posteado por: Diego Arbulú | agosto 20, 2008

El problema religioso francés en el siglo XVI

En España, tras la muerte de Carlos V, su hijo Felipe II asume el trono, haciéndose cargo a su vez de los territorios italianos, las colonias americanas y los Países Bajos. El hermano de Carlos V, Fernando I, es coronado como nuevo Emperador del Sacro Imperio. Con esto se garantiza el predominio de los Habsburgos en Europa.

Felipe II es un católico acérrimo, y su política exterior se va a entremezclar con la defensa y la búsqueda de la hegemonía del catolicismo en Europa, chocando en numerosas ocasiones con los movimientos protestantes surgidos como consecuencia de la Reforma luterana. Cuenta para ello con los vastos recursos provenientes de su imperio colonial de ultramar, recursos que se encargará de despilfarrar durante su reinado. En su empeño de velar por la supremacía del catolicismo e incrementar la influencia de su poder en Europa, se enfrentará a Inglaterra, Francia, los Países Bajos y el Imperio Otomano.

Felipe II de España

Felipe II de España

Había contraído matrimonio con María Tudor, reina de Inglaterra tras la muerte de Enrique VIII, en 1554. A diferencia de su padre, ésta era católica, y aunque tuvo que imponer su derecho al trono inglés frente a las protestas del bando protestante, logró finalmente hacerse con el poder. El catolicismo en Inglaterra se restauró entonces con violencia, con ejecuciones que llevaron a la nueva reina a ganarse el apodo de “María la Sanguinaria”. Esta alianza le sirvió a Felipe II para acelerar el proceso de paz con su rival francés, Enrique II, plasmado en el Tratado de Cateau-Cambresis (1559). Se esperaba que la alianza angloespañola sirviera como factor disuasivo en potenciales conflictos en los cuales pudieran verse involucradas cualquiera de las dos coronas. Pero la alianza duró poco, ya que la reina falleció a los pocos meses de contraer matrimonio, en 1558.

Se planteó el problema de sucesión entonces en Inglaterra. Dos candidatas se presentaron con opciones de ocupar el trono, ya que María Tudor no había dejado descendencia. Las candidatas eran María Estuardo, reina de Escocia y prima de María Tudor, e Isabel, segunda hija de Enrique VIII, y por ende, hermana de la reina fallecida. La primera era católica, y contaba con el apoyo del bando católico de la corte inglesa, y su candidatura era vista con buenos ojos por Felipe II, interesado en que el catolicismo recuperara su lugar en Inglaterra, mientras que Isabel era apoyada por los protestantes, es decir, por los partidarios de su padre. Éstos, quienes eran mayoría, y habían acaparado gran poder durante el reinado de Enrique VIII en detrimento de la iglesia católica, logran finalmente imponer la candidatura de Isabel, quien pasa a ser Isabel I de Inglaterra. El conflicto estaba entonces preparado, puesto que Felipe no iba a permitir el reinado de una monarca protestante en un país que tan solo unos meses atrás era su principal aliado por vínculos matrimoniales. E Isabel no iba a renunciar al trono al cual acababa de acceder por presiones de un rey español.

Mientras tanto, en Francia, el rey Enrique II moría como consecuencia de heridas recibidas en un duelo, y el mayor de sus hijos, Francisco II, asumía el trono francés en 1559. Contaba apenas con dieciséis años, pero ya se le consideraba lo suficientemente mayor como para reinar. Pero los problemas de religión de Francia habían estallado para este momento. La familia Guisa, emparentada con la familia real, presionaba al joven rey para reprimir a los protestantes franceses (hugonotes), quienes cada vez se hacían más fuertes y numerosos. Su breve reinado estará marcado por el inicio del conflicto religioso. Los Guisa, por el bando católico, y los protestantes, encabezados por Antonio de Borbón y Coligny (el líder de los hugonotes), reúnen fuerzas esperando el estallido de un conflicto. Éstos últimos planean secuestrar al rey para detener la influencia de los Guisa, en la llamada Conspiración de Amboise de 1560, pero son descubiertos y ejecutan a un gran número de protestantes.

Francisco II fallece a finales de 1560, sin dejar heredero. Es entonces su hermano Carlos quien se convierte en el nuevo rey de Francia, bajo el título de Carlos IX. Al contar apenas con diez años, la regencia queda en manos de su madre, la reina Catalina de Médicis. Las guerras internas en Francia por la cuestión religiosa prosiguieron durante este período, así como también se aprecia un aumento del sistema feudal, esto como consecuencia de la disminución del poder central del monarca. La Conferencia de Poissy de 1561 no logra conciliar a los beligerantes, y los protestantes continuaron con su lucha. Sufren derrotas en manos de los católicos, liderados por Enrique de Guisa, hasta que en 1570 se ven obligados a firmar la Paz de San Germain. Por medio de este acuerdo, los protestantes son readmitidos en cargos de administración pública y se les otorga la libertad de culto en privado.

Carlos IX de Francia

Carlos IX de Francia

Mientras tanto, el bando católico, durante la guerra, había obtenido el apoyo manifiesto de Felipe II de España, interesado en incrementar la influencia católica en la corte francesa, viendo en esto un método para incrementar su propio poder e influencia en el vecino reino. Por otra parte, para no quedar rezagados, los protestantes habían obtenido el apoyo de Isabel I de Inglaterra mediante el Tratado de Hampton Court, quién tenía en Francia los mismos objetivos que su homólogo español.

Pero como dije anteriormente, la política de Felipe II estaba destinada no solo a aumentar su influencia sobre sus vecinos, sino a preservar la integridad del mundo católico. Así, en 1570 se inicia en el Mediterráneo un incremento de la actividad expansionista del Imperio Otomano. Atacan puertos venecianos, especialmente la isla de Chipre. Los venecianos, ante esta situación, y sabiendo que el enemigo común de los pueblos de Europa son los turcos, piden ayuda al Papa. Y este, a su vez, conociendo las profundas convicciones católicas del gobierno de Madrid, solicita ayuda de Felipe II. Se formó entonces una armada entre los tres aliados (la Liga Santa), que se reunió en Messina (Sicilia), a la espera del rival otomano. El objetivo estaba claro: evitar a toda costa la expansión musulmana en el Mediterráneo. Se dirigen a Lepanto, donde avistan a la flota otomana. Se enfrentan el 7 de octubre de 1571, y la victoria es para la Liga Santa, frenando así el expansionismo turco en aguas mediterráneas.

La atención de Felipe II vuelve entonces a dirigirse al continente, especialmente a Francia, donde su influencia sobre la regencia se incrementa progresivamente. La situación en dicho país sigue siendo delicada, pero un matrimonio parece iniciar el camino de la conciliación nacional. Catalina de Médicis concertó el matrimonio de su hija Margarita con Enrique de Navarra, príncipe protestante, con el objetivo de sellar la paz lograda en San Germain en 1570. La boda se celebra en París, en 1572, pero es desaprobada por el Papa y por Felipe II, obstinados en continuar la guerra contra los hugonotes. Pero el ambiente en París tampoco es propicio, la ciudad es decididamente católica, e incluso el Parlamento de París se muestra en desacuerdo con la boda. El pueblo parisino sale a las calles a protestar contra el matrimonio. Y el asesinato de Coligny, por una conspiración que nunca fue resuelta, desencadena el caos en las calles. El propio Carlos IX ordena que se les suministre armas a los burgueses parisinos para que salgan a las calles a masacrar a los hugonotes. La noche del 23 de agosto de 1572 pasará a ser conocida como La Noche de San Bartolomé, y cientos de nobles y líderes protestantes serán masacrados en las calles de París. De más está decir que fue bien recibida tanto en Madrid como en Roma, más no así en Londres, donde la reina Isabel se negó a recibir al embajador francés hasta que este admitió que la masacre había sido planificada de antemano por su gobierno.

Se inician entonces nuevas etapas en el conflicto interno francés como consecuencia de San Bartolomé. Enrique de Navarra se convierte en el nuevo líder de los hugonotes y prosigue la guerra contra su cuñado, Carlos IX, y contra el bando de los Guisa. Pero Carlos IX falleció en 1574, sin descendencia. Su hermano asumirá entonces el trono francés, Enrique III. Había sido designado rey de Polonia en 1573, pero al quedar vacante el trono francés renuncia a la corona polaca para ejercer su nueva función. Su reinado continúa marcado por las guerras de religión. La nación parece disolverse, inmersa en una guerra civil donde intervienen agentes extranjeros como España, Roma e Inglaterra, apoyando a sus respectivos aliados, y debilitando cada vez más al poder central del monarca. Ante esta situación, los Guisa planean la creación de la Liga Católica, con el objetivo de deponer al debilitado Enrique III del trono, y colocar en su lugar al menor de sus hermanos, Francisco de Alencon. Esto provoca el divorcio y luego el posterior enfrentamiento entre la corona francesa y la familia Guisa. Pero los planes de la poderosa familia francesa quedarán invalidados en 1584, cuando fallece prematuramente Francisco de Alencon. El problema de sucesión ante el eventual derrocamiento o muerte de Enrique III vuelve a hacerse presente.

Matanza de San Bartolomé

Matanza de San Bartolomé

Ahora, Enrique de Navarra es el mejor posicionado para hacerse con el trono francés a futuro. Es pariente del monarca actual, Enrique III, y esta unión está reforzada debido a que es su cuñado (está casado con Margarita, hermana de Enrique III). Previniendo esto, el Papa despoja a Enrique de Navarra de todo posible derecho de sucesión, y Felipe II de España declara su intención de establecer en el trono francés a su hija Isabel Clara Eugenia, fruto de su matrimonio con Isabel de Valois, otra hermana de Enrique III. Lo mismo hacen los Guisa, representados por Enrique de Guisa, empeñado en conseguir para si la corona francesa. Felipe II termina renunciando a sus pretensiones y decide apoyar la candidatura de Enrique de Guisa, mediante el Tratado de Peronée. Estalla así la llamada “Guerra de los Tres Enriques”, en 1586.

El continuo estado de guerra afecta cada vez más a la población. Las ciudades se convierten en reductos, focos de influencia de cada uno de los bandos, donde los alimentos y recursos escasean. Esto provoca que el pueblo se subleve contra el rey Enrique III en la llamada “jornada de las Barricadas”, en 1588. El rey se ve obligado a huir de París, y el Papa lo excomulga, mientras que Enrique de Guisa ocupa la ciudad. Enrique III, en venganza, decide apoyar como sucesor a Enrique de Navarra, y convoca entonces a Enrique de Guisa para negociar, y cuando este acude al llamado del rey es asesinado (1588). Los partidarios de los Guisa consideran este hecho una traición, y provocan el acercamiento entre Enrique III y Enrique de Navarra.

Acercamiento por demás efímero, ya que Enrique III es asesinado ese mismo año. De los tres Enriques, ya solo queda uno en pie, pero la Declaración de Saint Cloud establece que el futuro rey de Francia debe profesar la fe católica. Y Felipe II vuelve a la carga con sus pretensiones de colocar en el trono francés a su hija. Esto despierta el nacionalismo de buena parte de los franceses, quienes ven en la política de Felipe II una clara intromisión de Madrid en los asuntos internos de Francia, y no hay que olvidara además la rivalidad entre españoles y franceses, que se hizo patente a lo largo de todo el siglo XVI.

En busca de apoyo para su candidatura, Enrique de Navarra pacta con ingleses, holandeses y príncipes alemanes, todos ellos protestantes. En 1594, en Saint Denis, Enrique de Navarra abjura el protestantismo, convirtiéndose así a la fe católica. Se le permite entonces entrar a París, donde es coronado como Enrique IV, iniciándose así el período de reinado de la dinastía Borbón. Las grandes ciudades se unen a el y lo reconocen como rey, y termina recibiendo la absolución pontificia en 1595. Pero España le declara la guerra al nuevo monarca. La guerra continúa hasta 1598, donde los últimos reductos apoyados por Felipe II terminan de caer. Ambos monarcas suscriben entonces la Paz de Vervins. En este tratado se confirman las cláusulas de Cateau-Cambresis, y se añaden otras donde básicamente ambas coronas se devuelven mutuamente territorios capturados durante el conflicto. A su vez, Felipe II reconoce a Enrique IV como rey de Francia. Se conserva entonces tanto la integridad del territorio como la independencia de Francia.

Finalmente el conflicto se cierra con la promulgación del Edicto de Nantes en 1598. Significa la tolerancia religiosa para los hugonotes y el reconocimiento de sus derechos políticos, así como el reconocimiento del catolicismo como religión oficial del Estado. Con esto se puso punto final al problema religioso en Francia.

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